En España casi 5 millones de personas mayores de 65 años viven solas. El dato es del INE, y lo más llamativo es que el 72% son mujeres. No es solo una cifra fría: detrás hay realidades que afectan a la salud y al día a día porque la verdad es que la soledad pesa. La Organización Mundial de la Salud advierte que el aislamiento social en mayores dispara el riesgo de depresión, ansiedad e incluso problemas de corazón. Y un estudio de la Universidad de Granada encontró que la soledad no deseada aumenta en un 30% la probabilidad de deterioro cognitivo.
Otro informe, esta vez de Fundación la Caixa, lo confirma: una de cada cuatro personas mayores de 65 años se siente sola. Y en zonas rurales, hablamos de casi un 40%. Al fin y al cabo, vivir sin compañía ni estímulos puede ser tan dañino como descuidar la alimentación o el ejercicio. En cambio, quienes mantienen relaciones activas y de calidad reducen a la mitad el riesgo de demencia, según la Sociedad Española de Geriatría.

Construir redes significativas
El número de contactos no es la clave de nuestras redes, lo es la calidad de los vínculos que construimos. Por eso, tenemos que priorizar aquellas relaciones que se basan en la confianza y la reciprocidad, que son la base de un apoyo real. No se trata de tener cientos de conocidos, sino de cultivar conexiones donde el «¿cómo estás?» se pregunte con genuino interés.
Participar en la comunidad es una de las mejores formas de tejer esas conexiones. Los grupos de voluntariado, las asociaciones culturales, los clubs de lectura… son espacios que crean oportunidades muy concretas para colaborar, aprender y compartir proyectos e intereses con otras personas.

La tecnología, cuando se usa con cabeza, también puede convertirse en una aliada. Por ejemplo, una videollamada con un familiar que vive lejos, o un grupo de WhatsApp para organizar salidas, incluso un foro de redes sociales en torno a un tema común, nos ayudan a sentir «cercanía» aunque estemos a kilómetros de distancia. La clave está en verlo como un complemento: nada sustituye al cara a cara, al abrazo o a la charla alrededor de un café.
El valor de lo comunitario
Tenemos muy cerca ejemplos inspiradores, como los Bancos de Tiempo o los proyectos de Hogares Compartidos entre mayores, que no dejan de ser una muestra de que pueden encontrarse soluciones colectivas y creativas. En SOMOS 50 seguimos ese espíritu con la Escuela de Activación Comunitaria, un espacio para dar herramientas a personas mayores de 50 que quieran liderar proyectos sociales en sus barrios y pueblos.
El Plan Nacional de Alzheimer lo deja claro: la participación social retrasa la dependencia y mejora la calidad de vida. En SOMOS 50 creemos que la teoría solo cobra sentido si se convierte en acción.